miércoles, 24 de julio de 2013

Congelas más que el puto Invierno

          Al cabo de los meses he decidido volver a «nuestro» lugar. Mientras me visto para la ocasión, recuerdo cuando el camarero me preguntó que si es que trabajaba también allí, que parecía un trozo de aquél lugar. Qué tiempos aquellos.
          De camino, pienso en si me van a preguntar que por qué no he ido y en qué podía contestar; en si te voy a ver y qué te voy a decir y de qué manera debo de actuar. Sin darme cuenta me encuentro frente a «nuestro» lugar, sólo que esta vez voy solo.
          Al entrar veo como todos me miran sorprendidos, creo que se pensaban que no volvería allí sin ti. De pronto, justo antes de empezar a hablar con la gente, miré hacia el fondo de la pequeña antesala y como si alguien hubiera proyectado una película, nos veo. Veo la última vez que nos vimos. Veo cada ‘fotograma’ de «nuestra» película. Veo lágrimas, un empujón, un “¿Qué te pasa?” y veo como salí de allí.
          Ha sido mala idea volver, pero sigo entrando y me pido una cerveza. Observo con detenimiento el lugar sin pararme a oír la música. Creo que no hay un sitio que me vaya a gustar más que este, aunque ahora lo odie.
          Bebo un trago, pienso “bueno, no puede ser peor” y suena Vetusta Morla. Me quedo solo y, mire por donde mire, solo veo mis recuerdos convertidos en cortos. Veo abrazos, veo dos manos entrelazadas, veo flashes, veo risas, veo dos personas bailando, veo… nos veo y veo cada chasquido que diste una vez con esa canción.